Palabros, palabros, palabros...

Querida Espita:

El comentario a tu post de ayer no me auneció para nada así que lo dejé para hoy. Ya sabes que
cuando no actualizas el blog me coge una barraquera...!
Yo, por si no lo sabías soy una cagapoquitos, por eso ayer no comenté en tu blog, por no poderlo hacer como Dios manda.

Por cierto, en casa no tenemos vasijas de barro, así que no hay posibilidad de que se desmorrillen, pero al levantarme del sofá después de leerte, en pleno ataque de risa, me esbaré y un poco más y me desmorrillo (¿vale la metáfora?). Acto seguido le dí unas caladitas al fumarro a ver si se me pasaba el ataque. Como soy un rato golmaja le hinqué un diente a la tableta de chocolate, pero tampoco eso me calmó. Intente huellar hacia la cama, pero ni así. Menuda ínsula la mía! Un ataque de risa tal, no se pasa así como así!

En casa toda la jarcia estaba ya en la cama (mi hija previamente hizo kakafuti, aunque no sé que cagó porque muy limaca no es... aunque eso sí, no os confundáis, mamerta tampoco! (Tendré que navegar un poquitín con este comentario que sino me van a dar las uvas!). Pues, como os decía, mi niña es un ñaco, bueno más que nada es cagapoquitos... Así a ojímetro puede estar hora y media delante del plato! Cualquier día de estos me va a dar un pampurrio porque se me acabará la paciencia...

Aquí en mi pueblo no abundan los quinquilleros, aunque hay cada uno que se pega unos reglotes que pa qué... Y no veas los salchuchos que te hacen... de los que turran, eh!!! Suerte que siempre hay alguno que te grita: "¡Upelele!" y te pones en pie otra vez. A veces, yo también deseo que más de uno se quede virojo. Pero, al final opto por tomarme un whisky y olvidarme del tema... y como yo también pertenezco a la generación X me tumbo en el yerbín y me olvido de los zurriagos. Que les den pol saco.